domingo, 9 de septiembre de 2007

Restituto, el precursor

Ahora veo claramente que mi compañero de mili Restituto Panduro Paniagua, natural de Villabrágima, provincia de Valladolid, fue un precursor, un adelantado; en cierto modo, un hombre precoz para su tiempo. Como dicen ahora, un pionero. No es que fuéramos exactamente amigos, pero estuvimos durante tres meses en la misma tienda de campaña en Montelarreina, en la que convivíamos catorce o quince estudiantes, y eso -quieras o no- proporciona cierta familiaridad.

Un día, el capitán de la compañía dijo todo serio: «No vayan a creer ustedes que la vida castrense es fácil. La responsabilidad es mucha. Los militares tenemos siempre la espada de Demóstenes encima de la cabeza». Aunque la mayoría éramos de ciencias, llegábamos a distinguir, siquiera superficialmente, entre Damocles y Demóstenes, y el lapsus nos hizo mucha gracia y se difundió por el campamento. Mi compañero de tienda, Restituto, como buen militar (me parece que ya éramos sargentos), decidió imitar a sus jefes, y todas las noches, antes de acostarse, colgaba el cinturón y el tahalí de una percha, de tal manera que la bayoneta quedaba suspendida tres cuartas por encima de su almohada. Al acostarse, la puntiaguda arma quedaba a poca distancia de su cabeza, componiendo una estampa singular, surrealista, casi truculenta. Así dormía a diario Restituto, con la bayoneta colgando justo encima de su cabeza, como Damocles y, por tanto, como un militar responsable, según la opinión de su capitán.

Restituto tenía sus manías, que después, con el paso de los años, se revelaron genialidades precursoras. Por ejemplo, no dejaba fumar en su coche. Casi nadie tenía entonces coche entre los que allí estábamos, pero nuestro compañero era usufructuario de un magnífico Simca Mil, en el que nos llevaba a algunos compañeros de tienda a Valladolid los fines de semana. Antes de subir al vehículo nos advertía seriamente de que allí dentro la prohibición de fumar era absoluta. En aquellos tiempos, mediados de los sesenta, a todos nos parecía una medida incomprensible, inaudita e intolerante. Los galanes de Hollywood, los héroes de las películas del Oeste y los jefes de Estado, incluidos De Gaulle y Churchill (aunque con la excepción del austero Franco), fumaban como chimeneas. ¡Qué lejos estábamos de pensar entonces que sesudas ministras seguirían cuarenta años después los pasos de Restituto, inefable precursor y adelantado!

Pero el joven villabragimense resultó también clarividente en otro asunto más delicado. Según decía abiertamente, sin el menor recato, se sentía atraído tanto por los hombres como por las mujeres. No hacía distingos, y así era en verdad, pues, sin salir de la tienda, acosaba a un vasco buen mozo proponiéndole actividades comunes para el fin de semana, y como el vasco no aceptaba, el sábado se ligaba a alguna chica en Valladolid, como veíamos los demás con cierta envidia, pues se le daban bien las mujeres. Por otra parte, no tenía el menor reparo en proclamar sus anfibológicas inclinaciones, pues, como él mismo decía a diario haciendo gala del lenguaje cuartelero propio de la situación: «Yo soy como las locomotoras, por delante y por detrás».

En resumen, que Restituto era lo que hoy llamarían bisexual, y parece claro que con las leyes actuales podría formar matrimonio con una mujer, y si quedaba decepcionado podría probar después con un hombre. Por último, cabría la posibilidad de que matrimoniase con otro bisexual. En este caso, sin salir de casa podrían hacer combinaciones de cuatro elementos tomados dos a dos. Los hijos tendrían que saber algo de matemáticas: llamemos H al progenitor A cuando actúa como hombre y llamémosle M cuando actúa como mujer. Al progenitor B le llamaremos respectivamente H' y M' según idéntico criterio. La familia podría ser, como digo, de cuatro elementos tomados dos a dos, según aconsejasen las circunstancias, o sea: H-M'; H-H', M-H' y M-M'. Nada les impediría ir probando. Los hijos dirían: «Los Reyes Magos nos traían más cosas con el sistema H-H'», o bien: «Íbamos mejor vestidos con la combinación M-M'», y así sucesivamente.

Cuando Restituto decía, con extrema dignidad y a todo el que le quisiera oír, que él hacía a pelo y a pluma y que era como las locomotoras, la verdad es que entonces nos sonaba muy extraño, casi degradante. No nos podíamos imaginar que ese hombre, al que mirábamos con desconfianza y hasta con un punto de desprecio, era un precursor, un pionero clarividente que se adelantaba cuarenta años a su tiempo, y nosotros, pobres cavernícolas convencionales, unos retrógrados miopes que no veíamos más allá de nuestras narices. ¡Cosas veredes…!

Publicado en "La Nueva España" el 9 de Septiembre de 2007.

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