miércoles, 4 de abril de 2007

Valdecilla cumple 70 años

El nuevo director gerente nos había con­vocado para una reunión. Parece que quiere conmemorar el setenta aniversario del Hospital. Cruzo el vestíbulo nuevo y me acuerdo, de repente, de la vieja entrada. De la verja for­jada, de las palmeras airosas y del pabellón de portería. Aparece, inesperada, la nostalgia. Siempre es igual. Un leve escalofrío y alguna poesía que acude a las mientes. Llega Antonio Machado:

Soy viejo porque tengo más de sesenta años
Que es mucha edad para un español

Para un español quizá, pero no para un hospital. Valdecilla es aún joven y parece fuerte. Bien está que cele­bremos el setenta cumpleaños. Pocos hospitales pueden decir lo mismo. Un hospital no es un hombre, aunque esté dirigido por hombres, y en él vivan y se afanen y trabajen y se curen y se mueran hombres. Unos se curan y otros se mueren. Vuelve la nostalgia al recordar a al­gunos que ví curarse y a otros que ví morir. Esta vez el que acude es Lope:

Engaño es grande contemplar de suerte
Toda la muerte como no venida
Pues lo que ya pasó de nuestra vida
Es no pequeña parte de la muerte

Pero esto, me repito, es para los hombres. Los hospi­tales son distintos. Asocio ideas y me acuerdo de un amigo ingenioso:
-¿Cuántos años tienes?
- No tengo ni idea
- ¿Es posible que no lo sepas?
- Sé los que no tengo, que son más de cincuenta. Esos ya los he gastado y, por tanto, no los tengo. Ignoro los que me quedan.
Pero los hospitales son algo distinto. Setenta años significan para un hospital simplemente tener solera y experiencia. Y haber curado o aliviado a cientos de mi­les de cántabros; y de gentes de toda España y aún del extranjero. Y haber formado a cientos de especialistas y a miles de enfermeras que desparraman su bien hacer por todo el país.
Valdecilla ha sido un hospital, quizá por cántabro, rebelde. En 1929 rompió con un estilo caduco de hacer Medicina. Rechazó el hospital-asilo y empezó en Espa­ña la asistencia integral, la docencia de postgrado, la es­cuela de enfermería, la calidad vigilada, la biblioteca hospitalaria, la investigación clínica... Cualquier hospi­tal español importante es hoy día como Valdecilla era en 1929. Fue precursora, iniciadora, adelantada, pione­ra... ¿podrá seguir siéndolo?
Llego a la reunión. Habla el gerente. Despacioso, claro, amable. Algunos de la vieja guardia escuchan y después opinan. Maestre, Burgada, Martín, Trigueros, Oteiza, Lamelas, Sanz, Nieves Bea... Bien sé que no es­tán todos los que son, pero son todos los que están. Las ideas surgen imparables, nacidas del amor a la Institución. Otra vez el ligero escalo­frío, la leve emoción y la breve poesía.
Esta vez llega, muy a pelo, José Hierro:

Estábamos, estaban
Sumidos en el tiempo
Desvélalos, nostalgia
Primavera, despiértalos

Haremos un ciclo de conferencias sobre humanismo médico, y una exposición histórica y actual, y unas jor­nadas de puertas abiertas, y una conmemoración del día de la fundación del Hospital, y un concierto conmemo­rativo de música coral cántabra, y habrá que tener un re­cuerdo para el Marqués, y...
Me despido de los amigos y regreso hacia casa. Pra­dos verdes, cielo gris y mar azulado. Pero sobre todo prados verdes. Es hermosa Cantabria, y sus gentes aman su Hospital, el Hospital que atiende a sus hermanos y que cuidará de sus hijos. Pequeña emoción y suave es­calofrío. Acude Lorca, también de aniversario. No sé qué le inspiraría estos versos que parecen hechos para Cantabria.

Verde que te quiero verde
Verde viento, verdes ramas
El barco sobre la mar
Y el caballo en la montaña

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