miércoles, 4 de abril de 2007

Sanidad sobre arena

Con este título no quiero referirme, claro está, a la circunstancia casual de que nuestro ministro de Sanidad, a quien Dios guarde, y nuestro consejero de idéntico menester, que en la paz tenga, se encuentren descansando de sus fatigas en las doradas arenas de las playas llaniscas, descanso que sin duda tienen más que merecido, y que- yo les deseo cumplido, jocundo y sosegado, lo que a buen seguro será de gran provecho para ambos, especialmente para el señor consejero, recién desposado.
Antes -bien quisiera referirme, con el título que antecede, al curioso estado de nuestra sanidad, asunto sobre el que vengo reflexionando hace más de veinte años, y que entiendo es comparable al de edificio construido sobre arena, o al de gigante con pies de barro, y para mí tengo que cuanto en ella se haga, si no se mudan las bases, se construyen los cimientos y se erigen bien los fustes, será como arar sobre la arena o sobre la mar salada.

La sanidad que disfrutamos se originó -en gran medida- en una conversación que mantuvieron en la inmediata posguerra el señor Girón de Velasco, entonces ministro de Trabajo, el doctor Lafuente Chaos -por muchos motivos próximo al poder- y Francisco Franco, que no necesita presentación.
Los dos primeros le expusieron al general Franco la brillante idea de hacer un seguro de enfermedad para los trabajadores (entonces dirían productores), que fuera, naturalmente, obligatorio y único, es decir, un monopolio forzoso regido por el Estado, situación muy en boga en aquellas épocas.
Pasaron los años, llegó la democracia y muchas cosas cambiaron en España. Lo autoritario, lo obligatorio, lo forzoso, empezó a no estar bien visto. Los monopolios comenzaron a caer. Vientos de libertad parecían soplar en muchas instituciones estatales o paraestatales. El Seguro Obligatorio de Enfermedad (S.O.E.) cambió de nombre, pues ya digo que lo de obligatorio estaba mal visto, pasando a llamarse Insalud, denominación no mucho más afortunada, al menos en su sentido etimológico, pero, pese al cambio de nombre, siguió siendo tan obligatorio y monopolístico como cuando lo fundaron Franco y Girón de Velasco.
-Diga usted, ¿a usted le preguntaron si quería hacerse del seguro?
-A mí, no: ¿Y a usted?
-A mí, tampoco.
-Y cuando le dijeron que había que asegurarse. "por narices, ¿le preguntaron con quién prefería hacer el seguro?
-A mí, no: ¿Y a usted?
-A mí, tampoco.
-Y cuando se puso malo, ¿le dijeron qué médico quería que le atendiese?
-Pues no, la verdad; no, no lo había pensando.
-¿Y de hospital? ¿Le dijeron algo de escoger hospital?
-No. De eso no me dijeron nada
-Pero algo de eso oiría.
-Bueno, algo se oye. Si dicen que socialismo es libertad, y mandan los socialistas, digo yo que tendrá que ir llegando.

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