martes, 6 de febrero de 2007

Las tapas

Hay palabras que tienen un origen claro y sus antecedentes están a la vista de todos. Por ejemplo “paraguas” o -en más culto- “microscopio”. Otras, en cambio tienen linaje oscuro, difícil o escondido, pero a cambio tienen su propia historia, que es, a veces, como un cuento, que puede empezar con el “érase una vez” y terminar con el parto feliz y el nacimiento venturoso de una nueva palabra.
Eso creo le ocurre a “tapa”, tomada en el sentido de pequeño bocado, de breve porción de alimento que con frecuencia nos sirven en bares y tabernas para acompañar a las bebidas que pedimos. Sería sinónima o parecida a “pincho” o “banderilla”, si bien estas últimas tienen clara su prosapia y a la vista su abolengo, pues el palillo que ensarta el alimento explica lo de “pincho” y no deja dudas sobre el símil taurino de “banderilla”.
No ocurre lo mismo con “tapa”, que puede existir sin palillo alguno, y sin que el alimento esté clavado ni ensartado, sino libre y a su buen caer y mejor saber.
Esta de “tapa” es palabra muy castiza y de mucha importancia, y tan necesaria que nos la han copiado en muchos otros países y que ha sido, por tanto, exportada a varios idiomas, que la han adoptado sin reservas. El vocablo figura en los anuncios y en las cartas de los mejores restaurantes europeos y americanos que ofrecen comida de influencia española, y lo de tomar “unas tapas” se extiende como mancha de aceite en todo el mundo civilizado. A pesar de ello, el origen de tan española e internacional palabra creo que apenas es conocido, por lo que puede despertar la curiosidad del lector:
La historia empieza en un pueblo de Andalucía. También vale uno de Extremadura, de Levante o hasta de Asturias, pues la única condición necesaria es que hubiera habido moscas y mosquitos abundantes en los bares del pueblo, condición no muy difícil de cumplir hace años y especialmente en lugares calurosos.
Pues bien, al bar de la plaza del pueblo, bien surtido de insectos voladores, solían ir hacia la una del mediodía, después de trabajar y antes de comer, un grupo de trabajadores a tomar unos vinos. El ventero les servía y ellos charlaban y bebían.
Daba la casualidad de que a la una solía llegar también la diligencia o el autobús que dos veces por semana llevaba viajeros y mercancías al pueblo, con lo que el mesonero tenía que salir unos minutos para recoger las mercaderías que le enviaban. Para no hacer esperar a sus fieles parroquianos, cuando a la una tenía que ausentarse por este motivo y los clientes estaban a punto de llegar, les dejaba servidos los vinos sobre el mostrador y se escapaba a la estación para recoger el género. Pero, claro, en los minutos que el hombre estaba fuera y los vasos llenos sobre el mostrador, más de un insecto terminaba ahogado en el vino, lo que producía quejas en la parroquia:
- Oye Juan, que en el vino había una pareja
- ¿Cómo una pareja?
- Mosca y mosquito
- Es por no haceros esperar. Por eso lo sirvo un poco antes de salir
- Bueno, bueno...
Pero como las quejas iban en aumento, se le ocurrió al ventero tapar la boca de los vasos antes de ir al correo, y como no tenía nada mejor a mano, cortó unas rodajas de lomo embuchado que colocó sobre los vasos impidiendo el paso de las moscas. Los parroquianos se encontraron el vino sin insectos y, naturalmente, se comieron la rodaja de lomo.
Cuando no había correo y el mesonero no tenía necesidad de salir, el vaso no tenía rodaja de lomo encima, pues el vino se servia al momento y se bebía en poco tiempo. Los clientes, que habían encontrado sabrosa la rodaja
de lomo, y a esa hora estaban hambrientos, empezaron a quejarse:
- Juan, que queremos el vaso con la tapa
- Pero si estamos aquí todos delante y podemos espantar a las moscas; no hace falta tapar el vaso
- Eso de la tapa está muy bien; sabe mejor el vino y no se sube a la cabeza
Y así empezó la costumbre. Al cabo de unos meses los habitantes del pueblo decían:
- Vamos a tomar un vaso a la taberna de la calle Mayor
- No, espera, mejor vamos al bar de la plaza, que dan el vaso con tapa
-¿Qué es eso?
- Pues que tapan el vaso con una rodaja de lomo o de chorizo
- ¡Ah! bueno, pues vamos
- Juan, danos unos vasos de vino, pero con tapa ¿eh? Ya sabes, por si las moscas...

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