martes, 6 de febrero de 2007

Historia y autonomías

Leía hace poco en este periódico, en una “Carta al Director”, un par de frases que me gustaría comentar. En relación con la autonomía, decía el autor de la carta que no sabía de nadie que quisiera entrar o asociarse con la autonomía de Cantabria. Respetuosamente disiento, pues sé de mucha gente que quiso y quiere asociarse con Cantabria, y así lo procuró hace años, aunque sin éxito. Son gentes de la autonomía en la que ahora vivo, que es Asturias.
Cuando se forjaron las autonomías, no pocos asturianos pensamos que nuestro destino natural e histórico era asociarnos con Cantabria. En realidad tenemos problemas y economía muy similares, paisaje casi idéntico, clima parecido, paisanaje no muy distinto, etc. Vacas, prados, pesca, turismo, belleza natural...todo casi superponible.
En cuanto a la historia, la cosa está clara: juntos resistimos a Roma e hicimos venir a Augusto, juntos vencimos al Islam y juntos hicimos España.
Se decía también en la carta que Castilla y León tienen gran historia. Nadie lo duda. Una historia que empieza en Cantabria y en Asturias muchos siglos antes, en Altamira, en Tito Bustillo y en Candamo, y que sigue cuando peleamos contra Roma, y que continúa cuando don Pelayo deja su embrionario reino a su yerno, el cántabro don Alfonso I, hijo de Pedro, duque de Cantabria, que fue así uno de los primeros reyes de Asturias y de Cantabria, entonces unidas, cuando a Castilla le faltaban varios siglos para empezar a existir.
Nuestra historia está indisolublemente entrelazada y ha sido el origen de la nación española. Conviene quizá añadir que el actual rey de España no lleva sangre (genes) de don Pelayo, pero sí de Pedro, duque de Cantabria, que es por tanto la cabeza de la dinastía.
Como es sabido, el hijo de D. Pelayo, llamado Favila, murio joven, segun se cree a resultas de las heridas que un oso le infirió en una cacería. Le sucedió el yerno de Pelayo, de nombre Alfonso, que era hijo de Pedro, duque de Cantabria, y que estaba casado con Ermesinda, hija de Pelayo. Este gran guerrero reinó en Asturias y en Cantabria como Alfonso I y amplió y consolidó el primitivo reino.
Del matrimonio entre Alfonso I y Ermesinda nació Fruela I, hombre de carácter áspero, que mató “por su mano” a su hermano Vimara, y fue a su vez asesinado en Cangas de Onís. Antes se había enamorado de una “cautiva vasca” llamada Munia, de la que nació Alfonso (después sería Alfonso II), que sólo tenía cinco años de edad cuando su padre fue apuñalado.
Quizá por ello, a Fruela I no le sucede su hijo, demasiado joven, sino su primo Aurelio (hijo de otro Fruela, hermano de Alfonso I y por tanto también hijo del duque de Cantabria, Pedro) , y a éste Silo, que accedió al trono por haberse casado con Adosinda, hija del rey Alfonso I y por tanto hermana de Fruela I y nieta de D. Pelayo por parte de madre y de Pedro por parte de padre. Silo y Adosinda no tuvieron descendencia, por lo que parecía lógico que, muerto Silo, el trono fuera para Alfonso II, hijo de Fruela I, bisnieto de Pelayo, bisnieto de Pedro, duque de Cantabria, y sobrino de Adosinda, reina viuda de Silo. El muchacho, que ya tenía unos quince años, parecía que valía para el oficio, pero un hijo bastardo de su abuelo Alfonso I (es decir un tío bastardo) llamado Mauregato, dio un “golpe de estado” y reinó durante cinco años. A su muerte subió al trono Bermudo el diácono, que era hijo del Fruela cántabro hermano de Alfonso I. Este Bermudo era por consiguiente hermano de Aurelio y nieto de Pedro, duque de Cantabria.
Bermudo, poco guerrero en tiempos violentos, abdicó al poco a favor de su joven primo segundo Alfonso, con lo que al fin reinó Alfonso II el Casto, que lo hizo durante cincuenta años, pero - haciendo honor a su sobrenombre- no dejó descendencia.
A Alfonso II le sucede Ramiro, que era hijo de Bermudo y por tanto nieto del Fruela cántabro (el hermano de Alfonso I) y bisnieto de Pedro, duque de Cantabria. Ni Bermudo ni su hijo Ramiro tienen, según creo, genes provenientes de Pelayo, que se acaban en la castidad de Alfonso II, pero sí de Pedro, duque de Cantabria.
Desde Bermudo y Ramiro hasta Juan Carlos sin duda hay sucesión mas o menos directa, incluso cuando la casa de Borbón sucede a la de Austria. Pero parece poco probable que nuestro actual rey tenga sangre pelagiana, aunque sí la tiene de Pedro, duque de Cantabria y de su hijo Fruela (el Fruela cántabro, que no reinó, aunque fue padre de reyes), y también del hijo de este último, el rey de Asturias D. Bermudo I el Diácono, y -obviamente- de todos sus sucesores hasta nuestros días.
Difícil es que dos pueblos tengan una historia más noble, antigua y entrelazada.
Nadie duda de que la historia de Castilla y León es rica y antigua, pero la de sus progenitores lo es tanto o más.

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